Precios: capital e interior, la guerra de las distorsiones

Menos de 100 kilómetros separan a la ciudad de Posadas de la central hidroeléctrica de Yacyretá. Sin embargo, Mirta Títolo, que vive en un departamento de dos ambientes de la capital misionera desde hace casi 30 años, paga una factura de electricidad que supera los 200 pesos mensuales y que multiplica por cinco a la de su hija, que tiene un consumo similar pero vive en Buenos Aires, a un poco más de 1000 kilómetros de la represa que genera el 60% de la energía hidroeléctrica del país.
La tarifa de electricidad es la mejor prueba de que la brecha que separa a los argentinos también llegó al consumo, aunque en este caso, más que las desavenencias políticas, lo que pesa es la ubicación geográfica. Como nunca, en los últimos años se agrandaron las diferencias entre lo que se paga en el área metropolitana y, por los mismos bienes y servicios, en el interior del país.
Los habitantes de la Capital y el conurbano se acostumbraron a abonar los alimentos, la vivienda y algunos servicios privados, como el colegio o una salida a comer, hasta 50% más que un rosarino o un cordobés. Pero, como contrapartida y gracias a los subsidios discrecionales que reparte el gobierno nacional, hoy acceden al boleto de colectivo, la factura de luz y el litro de nafta a valores sensiblemente inferiores a los que paga un vecino de Resistencia, Río Gallegos o San Luis.
Si bien las diferencias de precios no son nuevas, está claro que en el último tiempo la brecha tendió a agrandarse y, en un año electoral, parece poco probable que el gobierno nacional asuma el costo político de achicar la brecha a través de una reducción de los subsidios, que hoy favorecen claramente a los consumidores de la Capital Federal y el Gran Buenos Aires.
Los habitantes de la Capital y el conurbano se acostumbraron a abonar los alimentos, la vivienda y algunos servicios privados, como el colegio o una salida a comer, hasta 50% más que un rosarino o un cordobés
Como queda claro en el caso de los misioneros, de todas las diferencias de precios, la que más les duele en términos económicos a los argentinos que no viven en Buenos Aires es la de las tarifas de los servicios públicos. En el último mes, el Ministerio de Planificación impulsó un convenio para mantener congeladas las tarifas eléctricas durante 2015. Hasta ahora, 16 provincias suscribieron el acuerdo a cambio de recibir financiamiento para obras de distribución eléctrica. Sin embargo, el congelamiento actual no alcanza a borrar las grandes diferencias en materia tarifaria que persisten a nivel nacional, lo que da cuenta de la dimensión del atraso tarifario que se vive en Buenos Aires.
Si bien el precio de la electricidad tiene un subsidio que beneficia a todo el país en materia de generación, el Valor Agregado de Distribución (VAD) que aplica cada distribuidora eléctrica varía enormemente en el territorio, según el aporte que el Estado nacional hace a las empresas. En la actualidad, un usuario en Córdoba y en Santa Fe paga alrededor de seis veces más que un cliente porteño con igual consumo, como producto de este manejo discrecional de los subsidios, que están muy concentrados en el área metropolitana. Y si se eliminaran por completo los subsidios y el precio de la energía eléctrica se actualizara con el costo real de generación, las boletas de Edesur o Edenor deberían multiplicarse por catorce.
 
 
"El punto de inflexión en la brecha de precios en materia de electricidad entre el interior y Buenos Aires se dio en 2008, cuando se hizo la última actualización del cuadro tarifario en el área metropolitana -dice Carolina Schuff, coordinadora de Análisis Sectorial de la consultora Abeceb.com-. A partir de esa fecha, la brecha creció porque muchas provincias fueron actualizando sus tarifas en forma anual, mientras que en Buenos Aires se mantenían los valores congelados, más allá de la quita de algún subsidio."
De todas las diferencias de precios, la que más les duele en términos económicos a los argentinos que no viven en Buenos Aires es la de las tarifas de los servicios públicos
La contrapartida a los servicios públicos más baratos es el acceso a la vivienda. Según el relevamiento de la consultora especializadaReporte Inmobiliario, el precio promedio del m2 de un departamento usado en Buenos Aires no baja de los 1700 dólares, y en el corredor norte -el que va de Recoleta a Núñez- se ubica por encima de los 2200 dólares. Así, el valor promedio del m2 en la Capital duplica al de varias capitales de provincia, como San Salvador de Jujuy (US$ 635), Resistencia (780) y Posadas (810), y está por lo menos 20% por encima de las ciudades más caras del interior como Comodoro Rivadavia (US$ 1230), Mar del Plata (1470) o Bariloche (1580).
"Históricamente, los precios en Buenos Aires estuvieron por encima del resto del país, y hoy el principal cambio pasa por el efecto que tuvo el cepo cambiario -sostiene José Rozados, director de Reporte Inmobiliario-. En la Capital, las propiedades están casi 100% dolarizadas, mientras que en el interior los propietarios son mucho más flexibles con la moneda de pago. Y creo que no es casual que las ciudades en las que la gente está más abierta a aceptar pesos, como Santa Fe o Mendoza, hoy muestren un movimiento de operaciones mucho más fuerte que en Buenos Aires."
Los porteños no sólo tienen mayores dificultades para acceder a la vivienda propia, sino que generalmente están acostumbrados a tener que pagar mucho más por los servicios privados, desde comer afuera hasta la peluquería o la cuota de un colegio. Una buena muestra de estas diferencias de precios es el relevamiento que hizo el portal gastronómico Hellofood sobre los deliveries de pizza en las principales ciudades del país: demostró que los vecinos de Recoleta o Palermo pueden pagar hasta más de 85 pesos por una grande de muzzarella, contra los 65 pesos, como máximo, de Rosario o de Córdoba.
"En el caso de los servicios privados, el factor que explica los precios más bajos del interior es la mano de obra. Ir a comer a un restaurante o la educación privada son rubros de mano de obra intensiva y, por lo tanto, no es extraño que tengan valores más bajos fuera de Buenos Aires, donde los niveles de sindicalización y empleo registrado son mucho menores", apunta el economista Camilo Tiscornia.
Los porteños no sólo tienen mayores dificultades para acceder a la vivienda propia, sino que generalmente están acostumbrados a tener que pagar mucho más por los servicios privados
El beneficio de vivir en el interior se siente con especial fuerza entre los hogares de clase media, que son los principales consumidores de servicios como la educación privada o la medicina prepaga. "Más allá de lo que sucede con los servicios públicos o el transporte, el costo de vida en Rosario sigue siendo claramente más bajo que el de Buenos Aires, y la diferencia es muy clara en rubros como la educación privada. Acá la cuota del colegio o la universidad más cara ronda los 4000 y 5000 pesos, y en Buenos Aires puede llegar al doble. Pero tampoco hay que perder de vista que los salarios no son los mismos. El ingreso de un abogado o un médico en Rosario puede ser entre 30 y 50% menor que el de un colega porteño", coincide Ana Inés Navarro, directora del Departamento de Economía de la Universidad Austral en Rosario.
En el caso de los productos de la canasta básica, las distorsiones de precios tienen un impacto menos parejo. Los habitantes de la ciudad de Buenos Aires, generalmente, acceden a productos envasados a valores más bajos que los que paga un rosarino o un mendocino, y esta tendencia se vio potenciada en el último año a partir de la popularización del programa Precios Cuidados. Si bien la canasta oficial en teoría rige para todo el país, en los hechos su aplicación es mucho más estricta en Buenos Aires, debido a la mayor presencia de las grandes cadenas de supermercados, que son el principal canal de comercialización de Precios Cuidados.
Según el relevamiento del Centro de Investigaciones Participativas en Políticas Económicas y Sociales (Cippes, de Córdoba) sobre la base de los datos aportados por la organización Barrios de Pie, que mide una misma canasta de alimentos en seis ciudades distintas, en el último año los consumidores del conurbano fueron los menos perjudicados por la inflación, con una suba acumulada en 12 meses de 25,2%. En la otra punta quedaron los marplatenses, que sufrieron un aumento de 34,1%, seguidos por los salteños, con 31,7%, y los tucumanos, con 29,3%.
"A pesar de los esfuerzos del Gobierno y del plan Precios Cuidados, la dispersión, lejos de reducirse, se agrandó en el último tiempo -afirma Pablo Gallo, director ejecutivo de Cippes-. Hoy estamos viendo un verdadero festival de precios, con algunas situaciones difíciles de explicar. Por ejemplo, en Córdoba, que posiblemente es la provincia con más producción de alimentos, los comestibles son más caros que los que pagan los bonaerenses."
El beneficio de vivir en el interior se siente con especial fuerza entre los hogares de clase media, que son los principales consumidores de servicios como la educación privada o la medicina prepaga
La contracara de este beneficio para los bolsillos porteños se da con los alimentos frescos, que, casi sin excepción, se consiguen más baratos en el interior que en Buenos Aires, con diferencias de precios que pueden llegar al 50 por ciento.
Según la medición de Cippes, el valor promedio del kilo de asado en las carnicerías de barrio de Mar del Plata o San Miguel de Tucumán ronda los 60 pesos, contra los 70 pesos que surge del relevamiento del gobierno porteño. Y las diferencias se repiten en otras categorías sensibles al consumo popular como las verduras -el kilo de lechuga en la Capital, en promedio, cuesta 17,5 pesos, frente a los 12 pesos de Salta o Tucumán- o el pan, que en el conurbano bonaerense no baja de los 18 pesos, contra los 13 que pagan los vecinos de Resistencia o los 12 de los correntinos.
Otro rubro que da cuenta de la brecha de precios que separa a los consumidores porteños de los del interior es el transporte. A diferencia de lo que venía ocurriendo en los últimos años, esta vez el 1° de enero no llegó con un aumento en el boleto de colectivo en Buenos Aires, cuyo valor mínimo sigue clavado en los tres pesos. Este congelamiento que beneficia a los porteños no hace más que incrementar las diferencias con los vecinos del interior, que no sólo ya estaban pagando una tarifa más alta, sino que también, en muchos casos, comenzaron 2015 con un nuevo aumento en el transporte urbano.
En San Juan, el colectivo pasó de 4 a 5 pesos, al igual que en Paraná y en San Miguel de Tucumán, mientras que en Posadas el mínimo subió 20% y llegó a los $ 5,10; en San Salvador de Jujuy también se decidió llevar el boleto a $ 5, aunque una medida cautelar dejó el aumento en suspenso.
A los cordobeses no les va mucho mejor. Desde los primeros días de enero, el boleto aumentó a $ 7,15, en lo que constituye el valor más alto del país, aunque debido a las protestas de los vecinos el municipio decidió ampliar un subsidio; eso permitió que la tarifa se mantuviera en $ 6,43 (es decir, 114% más que en la Capital) para los usuarios que paguen con la tarjeta de transporte de la ciudad.
Los alimentos frescos, casi sin excepción, se consiguen más baratos en el interior que en Buenos Aires, con diferencias de precios que pueden llegar al 50 por ciento
"Más allá del papel que juegan los subsidios, existe una racionalidad económica detrás de los precios diferenciales entre el interior y Buenos Aires. En el caso del transporte, la economía de escala pesa mucho y no es el mismo costo para una empresa en una ciudad grande con muchos pasajeros que en otra donde viven 50.000 habitantes y cuesta más llenar el colectivo. A grandes escalas esto se repite con todos los servicios públicos", precisa Luciano Cohan, economista jefe de la consultora Elypsis.
Algo parecido a lo del boleto de colectivo sucede con el precio de las naftas: las diferencias entre los surtidores porteños y los del interior pueden llegar a 20%. Pese a la rebaja de 5% que entró a regir el 1° de enero, el litro de la nafta súper en la mayoría de las capitales del norte del país sigue por encima de los 13 pesos, contra los 11,31 de la Capital Federal.
En el caso de la Patagonia, desde 1991 las provincias que están por debajo del paralelo 42 (Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego) gozan de una ventaja impositiva por la exención del pago del impuesto a la transferencia de combustibles (ITC), lo que inicialmente se traducía en que los precios de los combustibles eran 50% más baratos que en Buenos Aires. En los últimos años, sin embargo, el margen se fue achicando por la falta de actualización de los valores y hoy, en promedio, la nafta en el Sur es sólo 18% más barata.
Los costos mayores del combustible no sólo afectan a los consumidores: también se hacen sentir para las empresas y las economías regionales, con lo cual el interior termina recibiendo un doble castigo. "En el caso del transporte y los combustibles, el impacto en el interior es doble y no pasa únicamente por el boleto mucho más caro que tienen que pagar los usuarios, sino también por el efecto en los costos para las empresas. Hoy, uno de los mayores problemas que enfrentan las economías regionales es la logística y lo caro que les resulta trasladar su producción a Buenos Aires, que constituye su principal mercado", señala Damián Di Pace, de la consultora Focus Market.

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