¿Qué pasó con la crisis en la eurozona?
Hemos escuchado a primeros ministros y presidentes declarar con optimismo que la crisis "se ha acabado".
Las jeremiadas de muchos políticos y economistas han resultado equivocadas. No hubo un abandono de la moneda única y se tomaron medidas significativas para resolver algunas fallas de diseño del sistema.
Al mirar alrededor, no resulta difícil ver los primeros "brotes verdes" después de la sequía. El martes, por ejemplo, España, con su índice crónico de desempleo, actualizó sus pronósticos de crecimiento para 2014 a cerca de 1%.
Por su parte, Irlanda, que casi cae en la bancarrota arrastrada por sus bancos, se ha sentido lo suficientemente fuerte como para abandonar la seguridad del programa de rescate. Portugal pronto podría seguirle los pasos.
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El levantamiento de los optimistas
Grecia, que ha visto declinar su economía en 25% en los últimos cinco años, está ahora experimentando un superávit presupuestario primario, excluyendo los pagos de intereses.
El martes, el gobierno de Atenas anunció que ese superávit puede llegar a los mil millones de euros (US$1,4 mil millones).
A la vez, el costo del préstamo para los países más vulnerables ha caído a niveles que no veíamos desde 2010.
Y hay más: los costos de préstamos a dos años en Italia han bajado a su nivel más bajo desde el lanzamiento del euro.
Los temblores experimentados en mercados emergentes han tenido escasa repercusión en Europa, al menos hasta el momento.
Y así se han levantado los economistas entre nosotros: aquellos que siguen los giros y vueltas de la moneda única y que han visto el vaso y consideran que está medio lleno (y no medio vacío).
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Señales tibias
Aunque es necesario aclarar desde el principio que Europa todavía está disfrutando del "efecto Draghi": la reafirmación que hizo el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, de que haría "lo que fuera necesario" para defender al euro. Y nadie parece dispuesto a levantar apuestas en contra del BCE.
Y a la vez, se trata de un tipo de recuperación algo curiosa, llena de fallas y fisuras.
"El continente necesita comenzar de cero en términos de políticas económicas, para superar los demonios del elevado desempleo y el estancamiento en su crecimiento"
Tomemos el caso de España. Muy temprano en la crisis que lo aquejó, el país abrazó con entusiasmo las reformas estructurales, haciendo más sencilla la contratación y el despido de trabajadores.
La productividad mejoró notoriamente. Los costos del país relacionados con el empleo cayeron y sus exportaciones se incrementaron.
Y sin embargo, los precios de las propiedades siguen en picada. Los préstamos basura van en aumento, al igual que su deuda pública.
Hay signos de que la desocupación está comenzando a bajar pero, incluso si España consigue crecer en 1%, los buenos resultados tendrán poco impacto en la vida de los 5,9 millones de personas que no tienen empleo.
El crecimiento futuro dependerá de las exportaciones e inversiones, pero no de la demanda del mercado interno.
Queda poca paciencia
Miremos ahora a Francia. Su ministro de Finanzas, Pierre Moscovici, anunció sin dudarlo que el país "se está reformando y modernizando".
Cargó contra los críticos de su país e insistió en que Francia "se merece la confianza del mundo".
Después de mucho rogar a su vecino del otro lado del río Rhin, el presidente Hollande ha prometido reducir el gasto en 50.000 millones de euros (US$68.300 millones) para 2017, además de los recortes de 15.000 millones de euros ya anunciados para este año.
Sus reformas llevarán tiempo y en Francia la paciencia se está agotando.
Esta semana, Francia vio sus números de ocupación tocar los 3,3 millones de desempleados: la promesa de que la desocupación sería historia para finales de 2013 quedó sin cumplirse.
Italia, ahora: está dando sus primeros balbuceos para superar el silencio de la recesión. Su economía no ha crecido realmente desde mediados de 2011 y ahora se ha embarcado en una campaña de privatización en la que espera recaudar 12.000 millones de euros en un plazo de dos años.
Estas ventas están motivadas por la necesidad de Italia de reducir su deuda pública. Se anticipa que podría alcanzar el 133% del Producto Interno Bruto (PIB) este año.
Es un recordatorio de que, aunque alguna vez fue considerado una crisis de la deuda soberana, la deuda país por país está hoy por encima de la hoy más elevada de lo que era en 2009.
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¿Prosperidad o estancamiento?
Y luego está Grecia: sí, ha conseguido un superávit presupuestario primario, pero el país no goza de buena salud. Este año tendrá muy probablemente una brecha de financiamiento de unos 4.000 millones de euros. Y hay quienes ponen de relieve que está empezando a no alcanzar sus objetivos fiscales y estructurales.
Las negociaciones con sus acreedores llevan meses de atraso. No se descarta un tercer programa de rescate. Algunos –como el Fondo Monetario Internacional- creen que el crecimiento sólo ocurrirá si una buena parte de su deuda es cancelada.
Grecia es una asignatura pendiente.
"La confianza del consumidor ha alcanzado su punto máximo desde enero de 2008"
Y para algunos de estos países, la caída de la inflación hace más difícil alcanzar las obligaciones de la deuda pública. Eso, a su turno, pone presión sobre las economías más débiles, que deben recortar costos cada vez más para competir con países como Alemania.
Para las autoridades y los políticos la pregunta clave sobre el euro hace un tiempo era si la moneda común lograría sobrevivir. Por el momento, esa pregunta ha sido superada.
Para el público, en cambio, hay tal vez una pregunta más importante: la moneda única, ¿trae prosperidad o estancamiento?
El Comisionado Europeo de Asuntos Económicos y Monetarios, Olli Rehn, declaró el martes que "la confianza del consumidor ha alcanzado su punto máximo desde enero de 2008".
Él pronostica una recuperación continua. Y sin embargo no ha logrado despejar las dudas de que se trata de una recuperación con fallas de fondo.
Tal vez fue bien resumido la semana pasada por el director ejecutivo de la empresa de energía Total, Christophe de Margerie, quien señaló que "el continente necesita comenzar de cero en términos de políticas económicas, para superar los demonios del elevado desempleo y el estancamiento en su crecimiento".