El auge del shale gas en EEUU y sus consecuencias mundiales

El príncipe e inversor multimillonario saudí Alwaleed bin Talal protagonizó una intervención elocuente en la política nacional de su país la semana pasada, con una carta abierta en la que sostenía que la revolución estadounidense del gas de esquisto (una modalidad de gas natural que se extrae de rocas de pizarra situadas bajo la superficie de la tierra) supone una amenaza. Su argumento era sencillo y bien fundado. Que EEUU necesite menos petróleo saudí es una mala noticia para el país que lo exporta. Más le vale que empiece a diversificarse a otras industrias.

Lo mismo podrá decirse seguramente de otros países. EEUU no es el único país que resulta tener mucho gas de esquisto sino el primero que lo explota a gran escala. Y, como Arabia Saudí, hay muchos más países que dependen de las exportaciones de energía para mantener sus economías a flote. Lo cierto es que el gas de esquisto va a suponer una reorganización de los ganadores y perdedores en la economía global, y los inversores deberán adaptar sus carteras en consecuencia.

Vencedores y vencidos
Como con cualquier otra gran fuente nueva de energía, el gas de esquisto tiene el potencial de ofrecer una riqueza abundante a algunos países y quitársela a otros pero ¿cómo se desarrollarán los acontecimientos en la próxima década? EEUU es el vencedor más obvio. Ha sido la primera gran economía en explotar la fracturación hidráulica y ya está experimentando el renacimiento de su industria manufacturera gracias a unos costes energéticos más bajos. El gas de esquisto mejorará su balance comercial aunque, a medio plazo, lo más importante son los puestos de trabajo que se crearán. Los inversores ya se han dado cuenta y están volviendo al dólar y al Dow.

Ignacio Purcell Mena recomienda esta nota.

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